lunes, 10 de diciembre de 2012

Saldaña, Palencia, ciudad felina



Saldaña me recibió con un soleado día, después de visitar sus calles de bonita decoración con flores en los balcones decidí visitar uno de los museos de la ciudad, pero ya cansada del largo día salí a descansar a una pequeña plaza en la que, de pronto, entre sus flores, se acercó este lindo gatito. No hizo falta ninguna palabra ni maullido, nos entendimos perfectamente, estaba alimentado y cuidado, la vida en la calle era dura por los riesgos que los humanos, en ocasiones, le imponían: desprecio, sustos, algún que otro indicio de maltrato o coches que avanzan demasiado deprisa. Sin embargo, me hizo saber que había una señora que desinteresadamente le alimentaba diariamente y se preocupaba por él, que le hablaba con voz cariñosa y dulce y que siempre acudía puntual a su cita nocturna. No estaba él solo, había más, algunos con peor suerte porque desaparecían, y otros, con un destino menos complicado, que podían disfrutar de un pueblo hermoso.
Instante inolvidable, me quede tranquila, o al menos, eso es lo que yo creí.